Comentando hace un par de meses por Luxemburgo la cara de alcohólico que tiene Gambrinus y su parecido al rey de copas de la baraja española, D me contó un origen distinto al que yo conocía sobre la leyenda de este gran hombre.
La leyenda que existe en torno a Gambrinus, la principal y que sabía (se puede leer incluso en Wikipedia) es que era un joven aprendiz de vidriero que se enamoró de una hermosa joven, Flandrine la cual le rechazó.
Por esto, decidió quitarse la vida en un bosque cercano pero cuando estaba a punto de hacerlo se le apareció el mismo diablo para proponerle un pacto a cambio de su alma: «El diablo otorgaría a Gambrinus un don que le haría ganar el amor de Flandrine y de no ser así le enseñaría como poder olvidar ese pesar».
Al parecer, aquel don convirtió a Gambrinus en un magnífico bailarín y músico, pero aun así el amor de Frandine no llegó. Así, el diablo para cumplir el pacto tuvo que enseñar a Gambrinus una forma de fabricar un extraño brebaje amargo con cebada, levadura y lúpulo.
Le enseñó pues a fabricar cerveza y mientras fabricaba y bebía de aquella sustancia espumosa descubrió que ya no recordaba a Fandrine y que ya no recordaba su dolor. La cerveza, pues, hizo olvidar a Gambrinus su mal de amores para siempre y lo convirtió a su vez en el Rey de la Cerveza.
Otra cuenta la leyenda de que Gambrinus, tambien llamado Dios de la cerveza, desafió al diablo a elaborar un «vino sin uva».
La nueva leyenda cuenta que Gambrinus era un rey, a la par que maestro cervecero, que deleitaba a sus súbditos con fiestas cerveceras, como el Oktoberfest.
La santa iglesia le prohibió la bebida que nublaba el juicio del pueblo pero él, astuto como era, camufló en la cerveza en reliquias y con ellas emborrachó a su pueblo en las fiestas.
Nosotros conocemos al bueno de Gambrinus es por ser el símbolo oficial de la empresa cervecera Cruzcampo desde 1926.